Por Rafael Sorroche Gutiérrez
Desde nuestros
primeros pasos por el cole hasta nuestros años actuales, seguro que como
protagonista o bien, en tercera persona, habrás vivido algún caso de la famosa
etiqueta.
Cuantas veces
habremos escuchado aquello de;” es que no da para más” ...”es que es torpe”
...”no es inteligente” ...”no sirve para estudiar” ...” él es list@” ...
Etiquetas que
sin duda marcaran el resto de la vida de la persona, que provocaran la forma de
ver a esa persona el resto de la vida. La etiqueta es tan perjudicial que hace que
te arrodilles ante sus pies, convirtiéndose realmente en aquello que le repiten
y le dicen millones de veces, una y otra vez. Nos hemos convertido en jueces
durante toda nuestra vida.
Para que nos
enteremos bien, nadie es torpe o menos inteligente. Es más, un niño o niña que
no le guste el cole no significa que sea malo o mala, o no valga para estudiar.
¿A quién de nosotros/as le gusta levantarse todos los días a las 7:00, estar 6
horas en una mesa prácticamente amenazado (Añadamos un poco de ironía o no) por
una serie de reglas un poco absurdas como no poder hablar, escuchar durante 50
minutos una charla, la cual, hay que multiplicarla por 6 durante el día. Más tarde,
realizar unas actividades que solo hay que rellenar con contenido que ya viene
dos páginas más atrás. ¿A quién? Luego súmale la memorización de unos
contenidos con el que se te evaluara tu nivel de memoria, vomitamos en un papel
determinante y los dos días olvidado, y ya está.
Caso 1
A veces hemos sido
tan cuadriculados, que cuando esa personita de 10 años al que todos elogiábamos
como el hijo de la Mari, Manolo, que inteligente, que listo, todo 10, al cual le
vemos un futuro glorioso y de éxito, acaba finalmente por circunstancias de la
vida que no son pocas, sin hacer nada con 20 años, caemos entre el tortazo, la
pena y la recaída.
1. El tortazo:
Con todo lo que apostaste y al final nada. Eso para que luego juzgues...
2. La pena: ¿Qué
le habrá pasado a este chiquillo?
3. La recaída:
Que pena, con lo que valía de pequeño...
Caso 2
“Hay que ver
Marta, seguro que saca un 4. Esa no aprueba seguro. Que penita, es que no vale
para estudiar.” A los 20 años Marta, tras una reflexión con la vida, que
son muchas, y el gran momento de madurez, ¡bendito momento!, decide entrar en
la Universidad y a los 4 años se gradúa en Derecho. Esta vez, el tortazo, la
alegría, y la recaída.
1. El tortazo: ¡Oye,
mira Marta! Y de chica no estudiaba y mira ahora, no como tu Manolo, que te has
echado a perder.
2. La alegría.
Anda mira que bien, se ha puesto a estudiar y lo ha sacado.
3. La recaída.
Mira, mira, mira Marta. ¿Cómo que ha estudiado derecho? Pero si, pero sí, pero
si...
Reflexión:
Aunque parezca
que nos hemos desviado un poco de la historia con temas de educación y de otros
supuestos, era necesario estos ejemplos para entrar en situación, ya que todas
las personas a pesar de los tortazos, sus penas y alegrías, siempre acabamos
recayendo. Siempre nos dará pena el listo que no siguió, es más, al final
siempre tendrá más valor que la que finalmente lo logro, será siempre la joya
que nunca se pulió o la estrella que no llego a brillar, eso sí, una estrella
que la juzgaremos de esa forma, no brillo o no se pulió.
Pero…, tampoco
nos creeremos lo de Marta, como una niña tan torpe acabo de abogada, parece que
no lo terminamos de asimilar, no tenemos esa confianza, es una alegría, pero
con debate. Esa coletilla de cómo lo consiguió si.... Y es ese, nuestro gran
problema social y educativo.
Por favor, Papás,
mamás, tíos, abuelos y abuelas, familiares, vecinos y vecinas, desconocidos y
por favor el colmo de los colmos, profesores, profesoras, profesionales de la
educación, nunca etiqueten.
Las personas
somos seres vivos que viven en mundo cambiante, con diferentes gustos y formas
de ser, que necesitamos del tiempo y la reflexión, y que a veces las cosas, nos
salen o no. El mundo es diverso y todos tenemos algo que aportar. Nadie es más
listo por tener una carrera, ni nadie es más torpe por no querer estudiar.
Existe muchas formas de triunfar y ser inteligente sin tener que sacar un 10.
Todos estamos por una función y un tiempo determinado, sin que un sistema nos
jerarquice por mejores o peores.
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