Por Ana Maya Gómez
Graduada en Psicología, Diplomada en Turismo y estudiante del Máster en Dirección Estratégica de Recursos Humanos
¿Qué quieres ser de mayor? Les preguntamos a los niños
cuando son pequeños, y nos paramos a escuchar sus ingeniosas historias. Durante
un rato, les vemos imaginarse a sí mismos pilotando un avión, conduciendo un
coche de carreras o viajando al espacio.
Pero cuando empieza lo serio, toca imaginarse de verdad. ¿A
qué te quieres dedicar? Tarea difícil cuando tienes diecisiete años y no tienes
ni idea de la vida. Sin el necesario asesoramiento profesional y con mucha
desinformación, creabas unas expectativas para nada objetivas sobre la
profesión de tu interés. Pero, aun así, te lanzabas.
Llegar a la universidad sin un objetivo claro y muchos
pájaros en la cabeza, puede ser la llave para el fracaso. Viviendo sola por
primera vez, las prioridades de tu yo adolescente distan de las de tu yo
adulto. Entonces no lo sabía, pero estaba perdida. Sin embargo, las
experiencias que iba a vivir me iban a llevar a donde estoy ahora.
Después de los años reglamentarios de Diplomatura, terminé
mi carrera, Turismo, y sabía algo más sobre lo que podría ser mi futuro laboral
por las prácticas que había hecho. Pero, ¿era suficiente información útil para
el tiempo dedicado? Me planteaba si era lo que me gustaba, aunque, al fin y al
cabo, era con lo que contaba.
Por cuestiones personales, decidí buscar trabajo. Intenté
dedicarme al mundo del Turismo, pero no tuve la suficiente paciencia para
esperar, ni quise tomar la decisión de buscar la oportunidad donde la podía
encontrar. En su lugar, me volví a lanzar, pero esta vez, para vivir en otra
comunidad autónoma con mi pareja. Necesitaba encontrar trabajo.
Estando ya en Sevilla, acudí a muchas entrevistas de
trabajo. De todo tipo. Di varios tumbos hasta que apareció un trabajo que
parecía factible. No el de mi sueños, pero me serviría. Y ahí estaba, en el universo
del telemarketing. Sería temporal, un par de meses hasta encontrar otro que se
adecuara más a mi formación, me dije a mí misma.
Los meses se convirtieron en años, y yo había logrado mi
objetivo más inmediato: vivía de forma independiente. La comodidad y
estabilidad que me aportaba me sumió en una nube cegadora. Hasta que algo
dentro de mí estaba empezando a salir, la insatisfacción. De repente la balanza
se había inclinado del lado contrario. No sentía que mi trabajo tuviera ninguna
utilidad, ni para mí, ni para el mundo. No sentía que se estuviera aprovechando
mi potencial.
Desde siempre había sentido pasión por comprender al ser
humano, su mente, y tenía la inquietud de saber más sobre ello. Me pasé mucho
tiempo masticando el tema hasta que decidí compaginar los estudios de
Psicología con el trabajo que ya realizaba. Fue duro, pero cuando estás
aprendiendo sobre lo que te gusta, dedicar ese tiempo no te cuesta.
Tras las prácticas, volvía a estar perdida. ¿Qué quería
hacer con mi vida? Un sentimiento de infelicidad había llegado a mí para
quedarse. Los infructuosos intentos de llevar mi carrera como psicóloga por el
camino de la rama clínica, a la vez que las terribles ganas de reconducir mi
vida, me llevaron a ver el área de los Recursos Humanos como una opción.
Actualmente, alejada ya de los call centers, con una hija, y
especializándome con un Máster en RRHH, espero encontrar el puesto que me haga
sentir como ese niño que se imaginaba con ilusión a sí mismo de mayor.
Comentarios
Publicar un comentario